martes, 11 de diciembre de 2007

(XII) BIOGRAFÍA GUMERSINDO SARAVIA

PASO FUNDO Y CAROVÍ

Se combate durante todo el día, las fuerzas del gobierno sufren importantes bajas, cerca de 1000 hombres. Pero el ejército revolucionario no puede completar la tarea por falta de municiones suficientes y porque el terreno hacía imposible uso eficiente de la caballería. Aparicio es herido y su ayudante es muerto. Las sombras de la noche dan por finalizada de hecho la batalla. Gumersindo no puede ordenar la continuación al otro día, porque teme ser envuelto por las divisiones del gobierno, el ejército libertario, continúa su marcha, hasta llegar al arroyo Nhacapetum a 200 kilometros del Uruguay y allí acampan. Fueron 70 días en los cuales recorrieron, desde el regreso a Rio Grande, 600 kilómetros. Allí reciben el aviso de que el Cnel. Dinarte Dornelles, se aproximaba con un piquete de soldados para unírseles
Sin embargo la fuerzas de Dornelles viene perseguido muy de cerca por fuerzas del enemigo, por lo cual el Gral. Saravia envía tropas para protegerlo. Una vez que el enemigo es dispersado y las fuerzas de Dornelles están a salvo. Gumersindo junto con sus ayudantes, se queda inspeccionando el terreno de la futura acción, donde casi con seguridad al otro día se va a producir un nuevo enfrentamiento con el Ejecito Legalista. Ya estaba cayendo la noche en Caroví, cuando desde un pequeño monte cercano partió una ráfaga de metralla que hirió mortalmente al caudillo. Era un grupo de soldados gubernistas que allí se escondían. Gumersindo dándose cuenta de la gravedad de las heridas recibidas, manda a buscar de inmediato a Aparicio y al Dr. Dourado. Dos balas alcanzaron al caudillo, una de ellas atravesó un pulmón y penetró en el pericardio, dándose cuenta de la gravedad de su estado, pide que no lo hagan dormir, a los efectos de continuar lucido y poder seguir dando las ultimas ordenes. Entre ellas dispone que la marcha continúe de inmediato.
Rodeado de sus ayudantes, y los Dres. Hungría y Fritz, el Gral en Jefe del Ejército Libertador, fallece el 10 de agosto de 1994, a las 9 de la noche.
Los médicos ocultan su muerte para no afectar la moral de la tropa, comunicando que él ejército se debe movilizar ahora que el General duerme tranquilamente.
La marcha continua durante la noche bajo un cielo estrellado, una carreta lleva los restos del gran General. Nadie sabe de su muerte salvo los jefes principales. Toda la noche y el día siguiente continúa la marcha hacia Yaguaryarca, la verdad no se puede ocultar mas, la tropa es puesta en conocimiento de la muerte del General y un frío estremecedor la recorre de principio a fin. El dolor y la impotencia hacen carne de aquellos soldados que lo habían soportado todo, el General era el alma del ejército, era el símbolo de sus propias rebeldías..
A las 20:30 de el día 11 de agosto de 1894, el Caudillo es enterrado, en una noche helada de pálida claridad lunar. Lo entierran envuelto en su poncho y con la espada al lado, en el cementerio los capuchinos de San Antohnio, entre los ríos Camaqua y Itacurubí, en presencia del Estado Mayor del Ejército.
A la muerte de Gumersindo, los principales jefes reunidos, eligen como sucesor a su hermano menor el Cnel. Aparicio Saravia designándolo General en Jefe del Ejército. Este nombramiento es confirmado por el Directorio de la Revolución en nota firmada desde Buenos Aires por Silveira Martins y Saldha da Gama, designándolo Comandante en jefe del Ejército Libertador.
Unos días después, la vanguardia del ejercito legalista, profana la tumba del Caudillo, arrastrando el cadáver hacia el camino para dejarlo en exhibición durante cuarenta días en los cuales desfilan las tropas del gobierno . Al cabo de los mismos una valiente mujer, Apolinaria Cardozo de Souza de Moraes, vecina del lugar, lo vuelve a sepultar. Después de unas semanas, nuevamente un piquete de soldados los desentierra, cortándole al cadáver la cabeza, prohibiendo terminantemente a los pobladores del lugar que alguien le fuera a dar sepultura bajo apercibimiento del castigo al que se iba a exponer.
Al tiempo, la misma familia de Apolinaria lo vuelve a enterrar, primero bajo el tronco de un árbol, y después en un sepulcro del mismo cementerio de San Antonio de los Capùchinos. En 1897, los restos son recuperados por la familia del caudillo y en 1904 son enterados definitivamente en el cementerio de Santa Victoria donde descansan en paz hasta el día de hoy junto a los de su esposa Amelia.
Como conclusión, es interesante citar entre muchas otras un editorial del diario La Razón de Montevideo, que a fines de agosto publica lo siguiente: “... La muerte del afamado y prestigioso jefe del Ejército Federal, del mas intrépido de los caudillos riograndenses, representa para América, la pérdida del mas popular de sus últimos caudillos, y para Brasil, tal vez, del más grande de sus generales”.



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